viernes, 13 de enero de 2012

ANECDOTARIO


JOSE ROBETTO
(PINO)

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ANECDOTARIO

JUAN CARLOS BERTRAM

A SU FAMILIA.

A su familia, a sus hijos, a sus nietos.

       La vida de todo ser humano transita por un espacio de tiempo tan largo, que durante todo ése período, cada individuo  genera innumerables pasados.
            Con el transcurso de los años nos vamos dando cuenta, que cada uno de esos pasados constituye una especie de sub vida, con un inicio, un transcurrir -su historia particular- y un final.
            El impacto que produce en cada uno de nosotros cada una de ellas varía de acuerdo a miles de circunstancias. En algunos casos ni las recordamos, cómo en otros es de tal magnitud que nos es imposible "despegarnos" de su recuerdo y nos acompaña permanentemente.
            En mi caso particular, en el que francamente pueden encontrarse innumerables sub vidas, hubo una persona extraordinaria, a la que no puedo olvidar, cuyo recuerdo es continuo, muchas veces diario, qué "llenó" espectacularmente una de mis sub vidas y que se llamó JOSE ROBETTO, para ustedes Pino.
            Después de muchos años, pasaba con mi señora –Mercedes- por Mar del Plata, y no pude dejar de intentar encontrarlo. Me es imposible describir la tristeza y angustia que me causó que su esposa Ester me pusiera al tanto de su fallecimiento.
            No sé porqué le dije que trataría de escribir algo sobre nuestra relación, que duró aproximadamente dos años. Creo que por necesidad. Para recordarlo yo, pero también quizá, para que constituya un agradecimiento tardío a él y su esposa de todo lo bueno que fueron para mi en esa etapa de mi vida.
            Este pequeño recuerdo, que con tanto gusto y cariño les mando, seguramente será recibido de distinta manera por cada uno de ustedes. Pero siempre hay en una familia hijos o nietos que se interesan en sus orígenes, y estas pocas líneas podrán ayudar en algo.
            Mi promesa  viene con mucho atraso, pero viene. No quiero distraer con motivos innecesarios de la demora, porque algunos son muy valederos y otros no tanto.
             Sin embargo ahora me puse a volar con mis recuerdos y lo pude hacer en una sola etapa, gracias también a algunas circunstancias que tampoco vienen al caso.
            Es mi deseo que tanto la familia cómo Claudio, Adriana, Valeria y Ecio, tan prolíficos por cierto (!) y sus tantísimos hijos e hijas sepan que han tenido un padre y un abuelo ejemplar... extraordinario.
            No creo que importe si alguna vez - o muchas - fue duro. Ninguna guerra forja caracteres románticos en las personas. Y menos para un Piloto de Caza.
            Lo que importa es que su nobleza, su rectitud, su capacidad de trabajo, su increíble sangre fría, su autoridad, su humildad, su docencia (brevísima!), lo hacen una persona inolvidable para quienes lo quisimos de corazón.
            Lo que importa es que la vida, a veces, nos da esa magnífica oportunidad de conocer a una persona de la que tanto podemos aprender.
            Me llena de alegría poder contárselos a ustedes, que tienen el honor y la gracia de ser sus descendientes, y que éste pequeño resumen de una parte de su vida pueda quedar en algún lado para que aquellos que aún no saben leer ni comprender, algún día lo puedan recordar.
            Con mucho  cariño para ustedes, sus hijos, nueras, yernos, nietos y nietas, les dejo un afectuoso abrazo.



Ester Poggio de Robetto - Ecio Robetto - Josè Robetto

COMO LO CONOCI.


            Lo conocí en junio de 1968 en las instalaciones del Aero Club Balcarce. Yo me encontraba estudiando agronomía en la Facultad de INTA Balcarce (estudio que finalmente terminé en la ciudad de Córdoba en 1974), y me correspondía el sorteo para el Servicio Militar Obligatorio.
            Siempre había soñado con que me salvaría, que no lo tendría que hacer, que en el sorteo sacaría un número bajo. Sin embargo, y muy a mi pesar, mi número de sorteo fue el 931 que correspondía a 2 años de Marina !
            Gran decepción me generó ésta lotería. Imposible de creerlo. Ávidamente leí mi Libreta de Enrolamiento para saber cómo esquivar esta situación que comprometía seriamente mis posibilidades de terminar los estudios universitarios. Lo más lógico que pude encontrar era que los pilotos en edad pre-militar, aunque les tocara Marina, podían optar por 1 año de Aeronáutica.
            Carta a mis padres. Explicaciones. Autorización y dinero para hacer el curso de Piloto Privado, todo en menos de diez días.
            Así fue que me inscribí en el Aero Club Balcarce para hacer el curso, y se me indicó ir el siguiente sábado a la tarde.





            Tal día me presento en el bar., en el que había mucha gente, entre ellos el Secretario, el que me informa que Robetto sería mi Instructor, que Robetto estaba en el hangar, que allí fuera y me presentara.
            Imaginé tener que buscar una persona con saco y corbata. Pero en el hangar había 3 o 4 personas, y ninguna de ellas con saco y corbata. Busqué entonces la más limpia razonando pragmáticamente y le pregunté si era el señor Robetto. Me contestó que él no era, que el señor Robetto era aquel, sí aquel allá, si señor el que menos esperaba !
            Allí estaba. Típico recuerdo de quienes lo conocimos : polera negra metida adentro de sus pantalones de grafa que se sostenían a la cintura a veces con un piolín, mocasines, ojos de aguilucho, frente fruncida, semicanoso, peinado (!) para atrás cómo si el viento le pegara en la cara, y su inseparable cigarrillo. Su andar muy particular, caminando con paso corto, muy erguido, pero cómo si pisara algo que se podía romper.
            Nunca imaginé por cierto que la persona que estaba mirando impactara tanto en mi vida, que me dejara tan buenos recuerdos, tantos ejemplos y tanta admiraciòn !
           - Sr. Robetto ?
            - Si.
            - Me inscribí para hacer el curso de piloto y me indicaron que lo viera a Ud.
            - Cómo es su nombre ?
            - Bertram. Bertram, Juan Carlos.
            - Que descendencia tiene ?
            - Alemán. Mi padre es alemán. Mis cuatro abuelos son alemanes.
            - Porqué quiere aprender a volar Bertram ?
            - Mire, me tocaron dos años de Marina y sé que los pilotos en edad pre militar hacen solamente un año de Aeronáutica. De modo que quiero hacer el curso para salvarme de un año de servicio militar.
            - Así que Ud. no vino aquí porque le guste volar ?
            - Bueno ... no sé si me gusta. Quiero salvarme de un año de servicio militar.
            - Mire Bertram, yo no le enseño a volar a nadie que no sepa si le gusta. Ud. ve aquella escoba ?
            - Sí.
            - Bueno, tómela y barra el hangar hoy, mañana, el próximo sábado y siga barriendo hasta que sepa si le gusta o no volar.
            No lo conocía ! Gran pecado el mío. Volar era  un sentimiento para Robetto. Era incomprensible para él que alguien quisiera aprender a volar y no supiera si lo deseaba o no, si le gustaba o no !
            Mi origen, la forma y el modo en que me educaron mis padres, haber estado pupilo en un colegio alemán en Buenos Aires (Hölters Schule) durante algunos años, me reubicaron rápidamente. Apelé a mi sentido común y por elevado respeto a Robetto, que surgió de inmediato, barrí los hangares por dos semanas. No podía decirle al otro día que ahora me gustaba !
            Este fue mi primer encuentro con Robetto.

CURSO DE PILOTO. PRIMER VUELO SOLO.





            Después de mucho barrer y golpearme la cabeza en los montantes de los aviones que había dentro del hangar, me fui olvidando del Servicio Militar Obligatorio, y surgió un inesperado deseo en mí de volar. Así se lo hice saber a Robetto.
            - Bertram, comenzamos de nuevo. Le pregunto : porqué desea volar ?
            - Porque me gusta Sr. Robetto.
            - Ahora sí. Ahora le voy a enseñar a volar. Pida ayuda y saque el J3 afuera.
            Así empezó ésta historia. El 13 de julio de 1968, comencé el curso de Piloto Privado de Avión, en un Pipper J3 (LV-XHA) con un instructor de lujo, as de la Segunda Guerra Mundial, persona con un sentido de la fidelidad a su Patria de origen, Italia, y a la adoptiva, Alemania, que realmente lo enaltecerá por siempre.




            El J3 es un monomotor liviano, convencional, que por la ubicación de su centro de gravedad debe volarse cuando se va solo, en el asiento de atrás. De modo que el que aprende vuela en esa posición y el Instructor en el asiento de adelante.
            Así que Robetto adelante, Bertram atrás. Robetto hizo dar pala, el J3 se puso en marcha y carreteó hasta la cabecera. Prendió un cigarrillo, puso el J3 en posición de despegue y giró a medias su cuerpo hacia atrás para que yo escuchara.
            - Mire Bertram, volar un avión es más fácil que manejar un coche. Pero no todos vuelan bien ni todos manejan bien. El automóvil le permite errores y el avión no. El cementerio está lleno de arrepentidos en aviación. Me entendió ?
            - Si señor.
            - Bueno, ponga los pies en los pedales y agarre la palanca. Cuando Ud. tira la palanca hacia atrás, el avión sube. Si la empuja hacia adelante, el avión baja. A la izquierda o derecha el avión vira. Los pedales son para compensar las fuerzas centrífuga y centrípeta. Tiene que coordinar palanca con pedal. Esto es el acelerador : si empuja acelera el motor y si reduce saca potencia. Me entendió ?
            - Si señor. (Parecía tan fácil cómo lo explicaba !)
            - Bueno, si entendió vuele. Acelere a fondo y no toque los pedales pero siga el movimiento que yo haga con ellos. Ud. se hace cargo de la palanca.
          Robetto se agarró con las dos manos de los caños de estructura que tenía arriba del parabrisas el J3, cómo para que yo viera exactamente que él, la palanca, no la tenía. Aceleré a fondo y comenzamos a carretear. Todo iba de diez y derecho (el llevaba los pedales) hasta que ...
            - Tire ! Tire de la palanca hacia atrás !
            El J3 subió mucho.
            - Baje ! Baje la nariz. Tire menos !
            El J3 bajó mucho. Y así, tire, baje, sin que Robetto soltara las dos manos de arriba de los caños, todo el avioncito en mi poder, me hizo encontrar el ángulo de ascenso y fuimos trepando por los cielos de Balcarce.
            Así volamos una media hora. Me explicó sobre los pocos instrumentos que tenía el avión -presión de aceite, temperatura, velocímetro y altímetro- coordinación palanca/pedal, velocidad de crucero, velocidad de pérdida.
            Al cabo de esa media hora dice :
            - Bertram, vamos a aterrizar. El avión lo vuelo yo pero Ud. siga los movimientos de la palanca , los pedales y el acelerador.
            Reduce motor, el J3 planea (yo no sabía bien ni donde estábamos) y aterrizamos. El tren convencional obliga a estirarse hacia arriba y a un costado para ver mejor. Era típico verlo aterrizar y estirarse cómo una garza.
            Así fuimos volando de a medias horas, los sábados y domingos. Poco a poco me enseñó a aterrizar y el fundamento del aterrizaje que es hacer caer el avión al suelo en el momento, la altura y el ángulo correcto.
            Los reglamentos indican que el alumno puede volar sólo después de siete horas y media de instrucción. Cuando yo tenía tres horas y media, y luego de lo que debe haber constituido un buen aterrizaje, Robetto se da vuelta y pregunta :
            - Bertram, se anima a volar solo ?
            - ... !
            No alcanzaba a contestar. No esperaba una pregunta así. Y Robetto no esperaba ni que yo contestara que si ni que no. El ya se había bajado y yo a escasos 30 días de haberlo conocido era incapaz de sugerir otra cosa. Porque Robetto siempre preguntaba por consideración y educación. Pero sus preguntas eran órdenes. Cerró las puertas bisagras del J3.
            - Déle ! (y revoleaba un brazo)
            Yo aceleré a pleno, el avión carreteó y voló. Tenía que hacer insólitamente mucha fuerza con los brazos en la palanca para que el J3 bajara la nariz (por algo que más adelante explico), y que el avión tomara la actitud de ascenso correcta. En vuelo nivelado también tenía que hacer mucha presión sobre la palanca, cosa que nunca me había ocurrido volando con Robetto. Me cansaba los brazos, pero yo estaba tan contento, que cantaba y cantaba a todo pulmón. Me parecía mentira estar volando sólo !
            Las instrucciones eran que hiciera un circuito alrededor de la pista y aterrizara. Así lo hice, reduje motor, no tuve que hacer más presión sobre la palanca que estaba ahora muy livianita, el J3 planeó y aterricé con una suavidad asombrosa !
            Del bar del Aero Club Cacho Panero me hacía señas (excelente muchacho que años más tarde tuvo un trágico accidente con el Cessna 172 llevando los camarógrafos que filmaron la vida de Juan M. Fangio) para que volviera a despegar. Yo lo llamaba a él. Que viniera porque no sabía las razones de tanta presión en la palanca. Más señas, nadie venía. Motor, ascenso, vuelo, presión, aproximación y otro aterrizaje ... perfecto !



Cacho Panero

            Más señas. Pero ésta vez me empaqué y pensé que hasta que no viniera Robetto no salía. Vino Panero.
            - Dale Juan Carlos ! Estás aterrizando muy bien. Robetto dice en el bar que nunca tuvo un alumno cómo vas que aterrizara tan bien !
            - Pero Cacho, no puedo más con los brazos. Tengo que hacer siempre mucha fuerza sobre la palanca para que el J3 no trepe. No sé que pasa.
            - Y porqué no corregís con la incidencia ?!
            - Qué es la incidencia ?
            - Pero Robetto no te enseñó que es la incidencia ?
            - No.
            Bueno, todos aquellos que sepan de vuelo comprenderán porqué yo aterrizaba tan bien. La incidencia modifica el ángulo de ataque de la parte fija del timón de profundidad, de modo que el avión esté en "equilibrio" en el aire, independientemente del peso o de la distribución del mismo. Y corrigiendo la incidencia la palanca también queda "suelta", livianita. Pero cómo la había dejado Robetto, para el vuelo de dos personas, y yo ahora sólo, cuando aceleraba el avión tendía a trepar, y cuando reducía, tomaba la actitud justa de planeo para un aterrizaje perfecto.
       Robetto, cómo deducirán, no me había ni mencionado la incidencia. Y Bertram no aterrizaba bien. El J3 aterrizaba sólo. Y no es que Robetto fuera un mal maestro. Simplemente me había enseñado lo elemental, y luego se volaba bien porque se lo sentía y se era relativamente bueno, o no se volaba. Y quizá, cómo todo buen maestro, no todo lo decía ni lo enseñaba.
            La respuesta fue : Me olvidé !
            Y era tema terminado
            No tenía otra significación. Ni connotación. Ni tampoco, para él, mayor importancia. Ni requería de mayores explicaciones. Ahora Bertram lo sabía y listo.
            Y sin quererlo ni beberlo yo había admirado a propios y extraños con mis suaves aterrizajes, que por supuesto, nunca más, desde que aprendí que era la incidencia, me salieron tan bien !
            En aproximadamente un mes y medio Robetto me enseñó a volar. Rendí examen el 7 de septiembre de 1968, con el Inspector Seguetti.
            La velocidad de realización fue atípica pero providencial. El domingo, charlando con el Inspector Seguetti en el bar del Aero Club, y luego de que aprobara el examen, le comento mi interés en cumplir con un año de Aeronáutica.
            Seguetti me pone al tanto de que tengo   suerte, porque es él quien debe elevar las listas de pilotos en edad pre-militar, cosa que debe hacer al día siguiente. De modo que de no haber sido él quien me tomara el examen sino otro Inspector, la demora en que llegara a Buenos Aires ésta información, hubiera echado por tierra todo mi intento !
            Cuento en forma breve, que finalmente me tocaba revisación en Comodoro Rivadavia y por distancia me presento más adelante en Tandil. Fui asombrosamente exceptuado por "sinequia costo diafragmática izquierda", cicatriz que aparece en las radiografías en las pleuras de los pulmones. Sin embargo, mis padres preocupados, y luego de muchas radiografías ampliadas de una clínica de Puerto Madryn, se encontraron con la sorpresa -y yo también- de que no tenía absolutamente nada ! Alguna mezcla de radiografías ocurrió en Tandil y me confundieron.
            Durante éste breve tiempo comencé a conocer a Robetto. Me contaba cómo le gustaba enseñar a volar, pero lo aburría cada vez más enseñar ochitos, eses sobre caminos, etc. De todas maneras a mí me parecía todo fantástico, y ni que hablar cuando me enseñó deslizamientos !
             Robetto me enseñaba la maniobra básica, cuanto menos tiempo mejor, y preguntaba:
            - Entendió ?
            - Bueno, aterrice y practique.



Tipica foto de José Robetto

            Yo volaba todos los días de la semana, porque Robetto así lo había autorizado, porque al fin y al cabo sin duda le había caído bien y comenzó a hacer causa común con el tema del año de Aeronáutica. Por otra parte yo lo había compensado con que me gustaba volar ! Y no era cuestión de tomarlo con mucha calma.
            Cómo Robetto estaba en plena campaña de fumigación y operaba de cierta manera desde el Aero Club, de a ratos que tenía libre, me controlaba o me enseñaba algo nuevo.
            Pero también nos juntábamos en el bar y charlábamos. Cuando trabajaba su menú era queso de rallar y Coca Cola. Siempre tomaba ésa gaseosa. Mucho café negro y cigarrillos Particulares sin filtro.
            Hoy día yo sigo fumando bastante (segunda edición : desde 1999 no fumo mas ¡!), y me quedó una costumbre que le copié : cada vez que abría un paquete de cigarrillos, le sacaba todo el celofán. Y parece mentira que una cosa tan tonta e irrelevante (porque habrá un fumador de cada mil o diez mil que hagan esto) me recuerde a cada rato a Robetto. Pero al fin así es !
            Siempre cruzaba las piernas cuando estaba sentado, encorvaba la espalda, prendía un cigarrillo y con su típica vestimenta y cara de aguilucho, iniciábamos alguna linda conversación.
            Mientras tanto, y aún yo no había terminado el curso de Piloto, en uno de esos días que no se puede hacer nada, ni siquiera volar, porque lloviznaba finito y el techo (las nubes) estaban muy bajas, un poco más arriba de la copa de los árboles, me pregunta :
            - Bertram tengo que ir a la Estancia de Fulano. Quiere acompañarme ?
            - Vamos en avión Robetto ?
            - Sí.
            Yo ya me estaba subiendo. No podía tener mayor alegría y orgullo que Robetto me llevara en uno de sus Aeroncas. Me tenía que sentar en el tanque de productos que estaba detrás del piloto. Fue la primera de muchas veces, que me llevó con él. Más adelante también me llevaba en el Pawnee ya que los dos éramos muy delgados.



Aeronca - Champion


Pawnee 235

         Techo, cómo dije, a la altura de los eucaliptos. Decolò, volaba a ras del suelo, saltando alambrados, esquivando los montes. Jamás había volado yo tan bajito ! Llevábamos unos cinco minutos de vuelo, cuando veo más adelante una línea telefónica o de luz. Pensé si la habría visto. Le toco el hombro :
            - Robetto... la vio ?
            Calculo que le molestó. Giró medio cuerpo, me miró con cara de decir Ud. con quién se cree que está volando. Fue hermoso ver cómo la saltó para mí que nunca había volado así.
            Cuando llegamos a la Estancia hace un giro alrededor del casco, buscando donde aterrizar y elige un caminito que cruzaba entre las casas y unos galpones. En el giro yo veo un caño alto que parecía servir de antena de radio, y el caño estaba justo en la línea del camino.
            El giro terminó bastante cerrado para aterrizar en el camino, y la posición del Aeronca no dejaba ver el caño. Yo a ésta altura del partido ni me animaba a abrir más la boca. Pero estaba tan seguro que el caño lo teníamos enfrente ...
            Tripa de corazón.
            - Robetto ... vio el caño ?
            Tenía un instinto nato. Actitudes reflejas de gato. Tiró de la palanca justo a tiempo y pasamos por arriba del caño y aterrizamos.
            - Gracias, no lo había visto.
            Es todo lo que dijo. Cómo me gustaba volar con él. Tenía lo que muy pocos pilotos tienen : experiencia, instinto, sensibilidad, solvencia con el trato del avión (no encuentro cómo graficarlo de otro modo), capacidad, conocimientos, reacción, seguridad. Era cómo si el avión fuera una parte de su cuerpo.
            Así termina ésta etapa de aprendizaje de Piloto y comienza otra mejor aún, y para mí cada vez más emocionante, que fueron las etapas de Instructor novato y aeroaplicador más novato aún !      

LOS AERONCAS (Champion). La adaptacion.



            Poco a poco, con una excusa o porque verdaderamente podía ayudarle, comencé a estar más tiempo con Robetto.
            A la mañana iba a la Facultad, y a la tarde, cuando no tenía trabajos prácticos, lo buscaba por el Aero Club para ayudarle o estar con él.
            Robetto tenía por esas épocas 3 Aeroncas y un Pawnee. Sus principios los había hecho con los Aeroncas, comprando uno, dos y tres, y sin vender ninguno, llegó al Pawnee.
            El, recuerdo, llegó a fumigar alrededor de 50.000 hectáreas por año y solo. Eran años buenos para los aeroaplicadores, por la cantidad de trabajo, pero se aplicaban grandes cantidades de DDT, insecticida clorado de alta peligrosidad, hoy prohibido.
            Había yo terminado el curso de Piloto Privado, tenía 7 horas cómo piloto, y Robetto me adaptó al Aeronca del Aero Club Balcarce (LV-FXG).
            El Aeronca tenía más potencia (90 HP) que el J3 (65 HP) y además se volaba del asiento delantero. Podrán imaginar la alegría que yo tenía y lo ancho que estaba de poder volar un Aeronca ! Porque comparado con el J3, a quien con tanto cariño recuerdo, era todo un avión.
            El Aeronca fue para mí cómo la primer novia, el avión que más volé, el que más quise y con el que más cómodo me sentía.



            Debo contar que Robetto nunca se había llevado muy bien con las Comisiones del Aero Club. Con algunos se llevaba bien, y en algunas épocas también. Pero en términos generales las cosas eran tirantes, y, simplemente, se toleraban.
            Y creo que no era una cuestión de Robetto. En general es una constante entre comisiones de aeroclubes y aeroaplicadores. Son concepciones, formas de vivir, volar, trabajar y convivir con los aviones distintas, que tarde o temprano, olores desagradables para unos y agradables para otros (porque para los que hemos fumigado nos parece increíblemente agradable por ejemplo el olor a 2,4-D ! y para otros es pestilente) que generan una relación difícil hasta, a veces, el divorcio total.
            De todas formas, y más allá de ésta circunstancia, a Robetto hasta el más acérrimo enemigo lo respetaba.  Y muchos más aún, silenciosamente, lo admiraban.
             Así las cosas, yo ya había volado varias horas con el Aeronca. Una noche que me había invitado a cenar en el Restaurante San Martín -su reducto gastronómico- me pregunta :
            - Bertram, mañana a la mañana tiene clases ?
            Por supuesto que yo tenía clases, pero valía la pena arriesgar una negativa para ver de qué se trataba, porque Robetto por algo interesante me lo preguntaba.
            - No.
            - Bueno, mire, tengo que hacer una sola carga en Miramar. No me conviene mandar un equipo de tierra por una carga. Así que si Ud. puede, vuela con el Aeronca del Club, aterriza en la pista de Miramar, y allí hace dedo o toma  un colectivo, va hasta el lote que queda al lado de la ruta, y me lo marca.
            Qué alegría tenía yo ! Iba a volar gratis, pero por sobre todo con un motivo útil, y le tenía que marcar un lote a Robetto ! Me sentía todo importante.
            A la mañana siguiente fuimos juntos al Club, sacamos el Aeronca, nafta,  plano del lote, instrucciones para marcar y parto chiflando bajito.



Aero Club Miramar

            Llegué muy bien a Miramar, dejo el Aeronca, voy a la ruta, dedo, dedo, dedo ... nadie para. Colectivos ... ni uno. Robetto iba a llegar a las 11 de la mañana al lote. Eran las 10:30 y yo estancado. Las 10:40 igual. Yo estaba histérico. Yo no podía fallar. Me era impensable que Robetto llegara al lote con el Pawnee lleno y yo  haciendo dedo !
            Corrí al Aeronca, puse en marcha y volé al lote. Aterricé en el asfalto (mi primer pirateada), dejé el avión en la banquina, eran las once menos cinco, corrí, salté el alambrado, sentía el Pawnee que venía ... llegamos juntos ! Lo único que pensé fue : así se hace  ! No hay problemas que no tengan solución....  el fin justifica los medios.
            Robetto fumigó todo el lote y regresó a Balcarce. No hubo señas, ni saludos, nada. Pero bueno, al fin pensé hice todo bien. Caminando, satisfecho, contentísimo, volví al Aeronca, decolaje y a Balcarce.
            Voy al bar, mi cara cómo una juguetería, contento de haber cumplido, orgulloso de haber inventado cómo no fallarle a Robetto. El, parco, muy serio.
            - Bertram, quién lo autorizó a aterrizar en el camino ?
            - Mire, me pasó esto y lo otro ...
            - Bertram, Ud. ya sabe que mis relaciones con la Comisión no son de las mejores, aunque yo sea el Instructor.
             - Si ellos se enteran que Ud. aterrizó en un camino por un trabajo mío las cosas van a andar muy mal. Y usted tendría que haber hecho lo que le pedí y no otro invento. Así que primero usted no va a abrir la boca, y segundo, está un mes suspendido y no puede volar. Entendió ?
            Así era Pino. Correctísimo. Y, ante mucho asombro de todos porque yo no volaba, me ofrecieron que lo hiciera a crédito. Explicaba que no sólo era falta de dinero, sino además, que gracias, que no deseaba endeudarme más, puesto que debía la Facultad, el almacén ...
            Quince días más tarde Robetto me levantó la suspensión. Quizá ese día aprendí a obedecer una orden. Pero aún hoy estoy contento con lo que hice. Otra solución no había, y Robetto lo sabía porque fue cierto que nadie me llevaba. Y si lo hecho hubiera sido con un Aeronca de su propiedad, en vez de suspenderme habría dicho que lo había hecho muy bien.
       

AÑO 1969. INSTRUCCION Y UN VUELO A BUENOS AIRES.




            1969 fue el año que más vinculación tuvimos y más tiempo compartimos. El primer curso de pilotos privados de ese año, sumaba 7 alumnos a los que Robetto debía enseñar a volar.
            Pero, se entiende, Robetto estaba cansado de enseñar ochitos. Sin embargo creo que necesitaba seguir con sus alumnos, no por razones económicas, sino porque me da la impresión de que deseaba generar extensiones de su vida.
            Así fue que un buen día, charlando en el Aero Club, me pregunta :
            - Bertram, Ud. quiere volar  ?
            - Encantado Robetto !
            Cualquiera comprenderá lo que significa para un estudiante universitario de por sí totalmente justo de dinero, el costo de una hora de vuelo.
            - Bueno, mire, a ésta altura de mi vida tengo la justa paciencia cómo para enseñar la maniobra. Ya no la tengo para estar ahí arriba mientras practican. De modo que estuve pensando que yo la enseño y luego Ud. vuela con ellos mientras practican. Cuando la saquen bien me avisa y yo los controlo. Ud. así puede volar y yo le voy a anotar esas horas.
            Así fue cómo me convertí en Instructor “novel”. Me gustaba mucho volar con los alumnos, y además, cada uno de ellos, tenían que hacer antes de rendir examen, una navegación (volar por ejemplo de Balcarce a Tres Arroyos u otra distancia similar y volver), navegación en la que yo los acompañaba.
            Robetto me había dado la oportunidad de volar y también de acumular experiencia y sumar horas de vuelo.
            En junio de 1969 (30-06-69) Pino tenía que habilitar dos Aeroncas suyos en San Fernando, Buenos Aires.
            Todos los aviones tienen un período de habilitación de planeador y motor (por ejemplo 1000 horas cada uno), y a su vencimiento existe la obligación de volver a un Taller habilitado para que lo inspeccionen, y, si todo está bien, volver a habilitarlos por una cantidad de horas que determina quien lo inspecciona, o bien, si no está en condiciones, obligar a repararlo.
            Debo comentar que los Aeroncas de Robetto en epoca de campaña dejaban mucho que desear! Estado y condición casi pecaminosa, sucios de fumigar, despintados, alguna atada con alambre de fardo (aunque algún piloto que lea esto lo dude, efectivamente así era). Únicos en la República Argentina. Cualquiera que frecuentara Balcarce podrá ratificar lo que digo.
                  Sin embargo tenían una buena condición, similar a otras aeronaves más elegantes : volaban y bien ! ... aunque cuando fumigaban daba miedo mirarlos, y más tocarlos !
            Pero para Robetto, así cómo era en su aspecto cuando entraba en campaña, así eran sus aviones. Para él lo externo sin ninguna duda no era una cuestión importante. Para Robetto, me daba la impresión, la seguridad no pasaba por el aspecto del aparato, cómo tampoco ser Robetto pasaba por el saco y la corbata. Tenia conocimiento, experiencia y capacidad para volar en cualquier situaciòn y resolver problemas. 
            Y a Robetto, por otro lado, siempre fue muy difícil que lo entendieran  aquellos pilotos  que no fueron formados por razones belicas.
            Robetto tuvo su origen cómo piloto en una guerra, lo que ya le estampa características muy particulares. Se convirtió en un as, con merecidas condecoraciones, fue piloto de prueba de los alemanes, y se jugó la vida varios años, todos los días, por su Patria primero, por Alemania después.
            Así las cosas con el estado de sus Aeroncas. Robetto necesitaba rehabilitar dos de sus aviones el LV-FRC y el LV-FLZ. Me invita a acompañarlo, el volaría el primero y yo el segundo.
            Salimos ese 30 de junio de Balcarce bien tempranito para San Fernando. Era muy típico de Robetto, ni hablar mucho, ni dar muchas explicaciones. Docencia brevísima.





            Sin conferencias previas, sin planes de vuelo, sin cartas de navegación, todo se resumió a lo siguiente :
            - Bertram usted me sigue, entendió ?
            Muchas veces pensé cómo fue nuestra relación. Era  duro sin perder sensiblidad, aunque a  parezca una definición contradictoria. De pocas vueltas. En lo que a mí respecta, además de admirarlo y gustarme su forma de ser, supongo, confió siempre en que haría las cosas bien, aunque no me las hubiera explicado.
            Despegamos. Voló a ras del suelo. Sígame era el plan, pero nunca había yo hecho esto. Saltó el primer monte, la primera línea de electricidad, bajó de nuevo. Yo pensaba cuando subiría para estar más tranquilo ... Pero no subió nunca. Todo el vuelo hasta los suburbios de Buenos Aires fue así, pegadito al suelo. Y yo, sígalo, sígalo !
          Con las primeras casas comenzó a trepar. Cada vez más alto. Cómo siempre lo tenía arriba del horizonte, lo veía perfectamente y lo seguía muy bien. Pero yo era un "sabio inexperto" de la aviación.
            Cuando niveló yo pasé de largo, y más alto que él, lo perdí, lo confundí porque me quedó debajo de la línea del horizonte, con un mar de casas y edificios oscuros, allá abajo. No lo veía ! Qué susto !
            Reduje motor, palanca a fondo adelante, picada ... hasta que lo encontré. Allá iba, otra vez sobre el horizonte. Respire de nuevo pero temblaba de susto de volver a perderlo. No tenía ni la más mínima idea de donde estaba, ni adonde iba.
            Buenos Aires, para los que fuimos por primera vez en una aeronave tan elemental aterra. Ademàs había mucho tráfico aéreo. Aviones por aquí, aviones por allá. No teníamos radio para comunicarnos...solamente medidores de  presión de aceite, temperatura !
            Otra vez lo perdí cuando comenzó a descender. Pero ésta vez yo iba con todos mis sentidos puestos. No era cuestión de que me ocurriera de nuevo lo mismo. Lo reubiqué mejor que antes, pero además al ratito vi la pista, extraordinario instante en el que recuperé el heroísmo perdido.



Aeropuerto San Fernando

            Aterrizamos. Me temblaban las piernas. Le expliqué. Se reía.
            - Bertram, usted me espera aquí. Yo voy a la torre a dar entrada.
En Argentina todo se puede. Pero a parte, tanto los que firmaron la habilitación de los Aeroncas  todos lo conocían a Robetto, desde el Edificio Cóndor hasta el último empleado de San Fernando.  Robetto era ùnico para llevarse bien con los que quería!
            De todas formas esperé cómo una  hora, a los dos Aeroncas nadie vino a verlos, y nos volvimos a Balcarce con todo en regla.
            Esta vez volamos alto. Nuestra última escala fue Tandil. Ya a ésta altura yo tenía hambre, pero Robetto cuando salía le atacaba una indiferencia gastronómica, y pensaba que todos éramos iguales !
            A Tandil llegamos con el ocaso. Cargamos nafta. Era invierno y oscurecía temprano.


Aero Club  Tandil

             - Bertram, quiere comer algo ... ?
            - Nos vamos a quedar a dormir aquí Robetto ?
            - No, no se anima a seguir ? Va a estar un poco oscurito ...
            - Mejor no comemos nada Robetto. Vamos a llegar de noche y yo cómo aterrizo ?
            - Usted trate de seguirme. Cuando lleguemos vamos a dar una vuelta arriba del bar y nos van a poner un coche en la cabecera con las luces prendidas.
            Así seguimos, no medio oscurito sino oscuro del todo. Llegamos de noche. Para Robetto noche, día, derecho o revés, era todo igual. Para mí comprenderán que no. Pensé : aquí rompo todo el Aeronca !
            Vuelta, coche, luces. Aterrizó Robetto. Luego con más miedo que coraje descendí yo. Varios patitos, pero no rompí nada.
            Para Robetto había sido un día más y tenía sus aviones habilitados. Para Bertram no. Se me caían los pantalones, de hambre y de susto. Fue un gran día. Se mezclaron el orgullo, la satisfacción de haber estado en Buenos Aires (!), el miedo, los sustos, las novedades. Todo junto, pero inolvidable.

LAS FUMIGACIONES.



            Nuestro País, siempre curiosamente ridículo, contrató a Robetto cómo Instructor Militar. Mucho tiempo le pagó el sueldo correspondiente, mientras Pino se cansó de intentar saber , de oficina en oficina, a donde y a quién tenía que enseñarle a volar.
            Corrió el tiempo, tanto para nosotros, que nadie creyó que supiera volar ! Así que los señores de la Fuerza Aérea le exigieron, si quería volar :
            - Haga el curso de Piloto Privado Robetto.
            - ... ?!
            Robetto habrá amontonado toda su candidez, habrá comprendido la burocracia de las reválidas, y con poco gusto hizo el curso y los ochitos que “tanto” quería. También tuvo que rendir para Instructor y Aeroaplicador. Teniente de la Fuerza Aérea Italiana, Piloto de Prueba de los alemanes, condecorado por su heroísmo en batalla aérea, Robetto fue reducido a la mínima expresión por la  telaraña nacional. Sin ninguna duda cortó camino e hizo los cursos, porque no podía vivir sin volar.
            Así  pasan los años y Robetto termina fumigando en Balcarce, en una época de transición, en la que recién aparecían en el mercado los primeros Pawnees y los primeros Grumman.
            Épocas en que todavía la mayoría de los que se dedicaban a la fumigación constituían realmente un tiro al aire. Bohemios en la noche y aeroaplicadores de día. No todos por supuesto.
            Esta vida generaba un altísimo índice de accidentes mortales. El circo era completo : fiesta de noche, espectáculo y riesgo de día.
            Hoy pasaron más de 30 años, los aeroaplicadores son profesionales que han minimizado los riesgos gracias a la calidad del material que vuelan y sus elevados conocimientos en la materia. Y por cierto por vidas ordenadas que llevan adelante.
            En esos años, Robetto ya no era un aeroaplicador cualquiera, ni menos bohemio. Es muy cierto que se acostaba a las 11-12 de la noche y se levantaba a las 4-5 de la mañana. Pero para Pino todo era trabajo y más trabajo. Y para la guerra a la que sobrevivió, fumigar era un juego.
            Cuando lo conocí Robetto tenía sus tres Aeroncas. Por supuesto que volaba de a uno y generalmente el que mejor estaba. Dos de ellos estaban habilitados para fumigar, y el tercero, el más nuevo, lo tenía con los asientos, sin equipo.
                Tenía un campo en Viboratá, con un galpón grande donde los guardaba. El Aeronca que destinaba a fumigar, si estaba en Balcarce, lo estaqueaba. Raramente lo guardaba en el hangar para evitar ver caras arrugadas en los amigos de la Comisión.
            En Viboratá no tenía pista. Se aterrizaba en el camino, se pasaba con el avión por la tranquera y se iba por la calle de entrada hasta el galpón, en el que entraban bien los 3 Aeroncas.
            Poco tiempo después de que yo lo conociera, compró el Pawnee (LV-IOP), aunque usaba ocasionalmente algún Aeronca para trabajos chicos.



Pipper Pawnee 

            Tenía armados tres equipos de tierra : un Ford 350 con un tanque grande, una F-100 con un tanque más chico, y un rastrojerito. De acuerdo a la magnitud del trabajo que tenía que hacer, el equipo de mandaba. A veces mandaba uno a un lado y otro a un segundo lote para ganar tiempo.
            En esas épocas se trabajaba casi siempre de caminos o potreros que quedaran cerca de los lotes a fumigar. Hoy día se trabaja generalmente desde los aeródromos o de pistas que tienen los aeroaplicadores, y muy rara vez de caminos o potreros.
            Yo comencé a ayudarle en muchas cosas, cuando no estudiaba, a veces los días de semana y casi todos los sábados y domingos.
            Ocasionalmente me enviaba con el 350 a Camet (Aeropuerto de Mar del Plata) a comprar aeronafta, con 4 o 5 tambores de 200 litros cada uno.
            A veces me subía al Pawnee y me llevaba a algún trabajo para que se lo marque. Si iba medio lleno, aterrizaba, me dejaba, fumigaba y me buscaba de nuevo. Si era más trabajo, mandaba el equipo de tierra con una sola persona, bajaba vacío, me dejaba para marcar y cuando terminaba nos íbamos de nuevo a Balcarce.
            Alguna vez terminamos el día en Mar del Plata y me quedaba con su familia a comer y dormir. Era propietario del Hotel Nuevo Raglan. Un verano hasta le cuidé la cochera del Hotel, lo que me permitió recibir unos ingresos adicionales !
            El sistema de enviar equipos de tierra a distintos lados le permitía hacer trabajos continuos todo el día. Pero tenía un defecto : se le dormían los banderilleros.
            Normalmente, cuando llegaba si era cargado, les hacía una pasada rasante para que se despierten. Pero alguno, de más experiencia y modorra de la normal, no se despertaba o hacía que no se despertaba.
            Así un día Robetto, le pasó tan cerca a uno de ellos que lo tocó (creyó él) y el Pawnee rebotó. Viró, aterrizó asustado pensando que lo había matado, pero el buen señor, que nunca más marcó nada, se estaba levantando. La rueda había tocado un lomo del lote pero no del banderillero  !
            Me contaron - no Robetto que jamás me habló de sus cualidades - que junto a Germanoff (padre) -y esto de cómo viene no se si es estrictamente cierto pero naturalmente posible- eran los únicos habilitados para hacer acrobacia a baja altura y que eran capaces de voltear una botella con la punta del ala en vuelo invertido. Y aunque no fuera así, es probable que lo pudiera hacer.
            Siempre fumaba. Los cigarrillos los apagaba en el tablero y no los tiraba. Se iban acumulando, formando una pila extraordinaria. También guardaba puchos empezados en los bolsillos-monederos de sus pantalones de grafa. La costumbre, me explicó, venía de la guerra.
            Siempre había fumado mucho, y en la guerra, tiempos en los que se suponía que no se regresaría de una misión, eran más importantes los cigarrillos de hoy, de ahora, que un sueldo para el resto del mes. Así, alguna vez, llegó a cambiar el sueldo -que era muy bueno- por un atado de cigarrillos.
            No tenía encendedor. Tenía siempre una caja de fósforos tres patitos, que curiosamente llevaba en el bolsillo derecho. Los puchos de los bolsillos, o los del tablero (que además apagaba allí por seguridad - Bertram, nunca tire un pucho afuera !-) lo sacaban más de una vez del apuro.
            Cuando fumigaba llevaba además las Cocas Colas al lado del asiento. De las de un litro. Contaba que en la guerra en más de una misión les daba ganas de orinar y no podían bajar.
            - Sabe como orinar en un avión, Bertram ?
            - ... ?!
            - Corre el traste para adelante, saca el pitito, palanca suave atrás, que el avión trepe suave para que el orín se vaya por la cola ... !
            Así supe de tantas cosas cómo verán. De vientos, su incidencia en el vuelo, de cargas, de virajes, de temperaturas, de sustentación y bombas de fumigar y cómo afectaban el vuelo (los Aeroncas las llevaban lateral y el Pawnee central), de orines, puchos, etc. Siempre aprendía algo nuevo e interesante.
            Corría octubre de 1969. Había un ataque de pulgón muy persistente y dañino en trigo. Robetto no daba abasto con los trabajos y quería cumplir con todos.
               De noche terminaba su día en el Restaurante San Martín de Balcarce. Tenía una mesita cerca del mostrador, y a mano, el teléfono del Restaurante.
            Antes, durante y después de la cena venían clientes a pedirle que le hiciera los trabajos. Era su oficina.
            También lo llamaba su señora por los pedidos que le habían hecho al Hotel y para hablar de la familia. Siempre preguntaba por los chicos. Porque cuando Pino empezaba la campaña hasta no terminar no volvía a casa.
            En el Restaurante era todo un personaje. Sucio de trabajar todo el día, venía a verlo más de uno de punto y blanco. Si yo no había cenado me invitaba. Siempre comía de postre queso y dulce (batata-mar del plata).
            Era un espectáculo digno de verse, porque a ninguno le importaba si Robetto estaba sucio o no. Todos lo respetaban, todos conocían de su altísima cultura y educación, de su carácter. Aunque más de una vez hacía algún chiste, que los tenía y levemente ácidos.
            En todo caso el contraste del limpio y el sucio, simplemente se debía a que Robetto había transpirado la camiseta todo el día arriba de un avión, y todos lo comprendían y aceptaban tal cual era.
            Muchas veces después de cenar íbamos a casa porque le gustaba sentarse en un sillón, descansar, charlar, tomar café negro que yo le preparaba, cruzar las piernas y fumar.
            Una noche en el Restaurante me dice :
            - Bertram, tendría que conseguir un piloto que me vuele un Aeronca para poder hacer todos los trabajos, porque con el Pawnee sólo no llego. Pero no sé de ninguno en éste momento ...
            Sin intencionalidad, porque ni siquiera había sopesado lo que decía, comenté :
            - Si yo pudiera ayudarle ... !
            - Dígame Bertram, usted se anima a fumigar ?
            - Animarme por supuesto Robetto. Lo que ocurre es que no se nada.
            - No se preocupe. Puede ir mañana conmigo al aeródromo temprano ?
            A la mañana siguiente muy tempranito partimos en su Chevrolet 400. Me subió al Pawnee y volamos a Viboratá. Sacó un Aeronca (LV-FRC), puso en marcha, lo llevó al camino y ... vuele a Balcarce Bertram !
            Llegamos al Aero Club. Me explicó cómo tenía que virar contra el viento y suave, cómo funcionaba la bomba, los picos, cómo entraba en una pasada, cómo salía ...
-         Bertram, usted ahora tiene que practicar cuatro días arriba de la pista.
-         Primero cargue 50 litros de agua. Al segundo día 70 litros, al tercer día 100 y finalmente 120 litros. De a poco. Vaya y venga sobre la pista y fumigue hasta que le tome la mano.
            Gran alegría la mía. Me había convertido en fumigador  pirata o cómo quiera denominarse. Volaba gratis y me creía un Robettito !
            Más de un miembro del Aero Club venía a darme consejos :
            - Vos te vas a matar. No lo sigas a Robetto. No ves cómo pierde aceite ...
            Luego de esos días de práctica, comenzó a darme trabajos chicos, en los que me fui adaptando cada vez mejor, en realidad, sin sustos ni complicaciones.
            La locura de los productores y los pulgones iba en alza. El ataque persistía y aumentaba. Hacia mucho daño y todos estábamos muy estresados por el daño y el trabajo. Así que cada día le ponía unos litros más de carga al Aeronca. Una tarde, bastante calurosa, un productor viene a hablarme mientras cargábamos. Me distraje. El tanque rebalsó. No quise perder tiempo descargando unos litros.
            Comencé a carretear pero no podía levantar vuelo. Gracias a Dios por el camino del que operábamos no venía ningún vehículo. Así que seguí carreteando hasta que por fin levantó las rueditas del suelo. Con mucha precaución trepé y fui hasta el lote.



Tipicos campos de Balcarce

            La zona de Balcarce es de muchas lomadas con cuestas bastantes pronunciadas a veces. El lote estaba sobre una de estas cuestas. El pobre Aeronca no la podía subir. Por suerte me di cuenta rápidamente de ésta circunstancia y comencé con tiempo un viraje suave del que afortunadamente pude salir cuesta abajo.
            Tuve en un momento la sensación de que aterrizaba de nuevo cuesta arriba. Hasta que el tanque se vació bastante, tenía que ascender suavemente haciendo giros y largarme de arriba hacia abajo, una sola pasada por vez. Después ya pude subir y bajar.
            El Aeronca que me dio Robetto tenía un problema de chiclers. El asunto es que cuando reducía potencia para aterrizar, o daba potencia para decolar, por un instante el motor tosía y tosía. Enseguida se normalizaba en bajas vueltas o en altas revoluciones. Cómo había descubierto que no tenía consecuencias sobre la seguridad, a mí me gustaba y en el aeródromo me seguían insistiendo en que yo me mataría, cosa que cómo apreciarán no ocurrió.
            No recuerdo el motivo de que el motor del Aeronca no iba más. Creo que se iba quedando sin potencia. El  caso es que Robetto un buen día me ordena :
            - Bertram, vaya con el Aeronca a Viboratá, que el encargado del campo lo lleve al pueblo, busque al mecánico “tal”, le sacan el motor y le ponen el del Aeronca nuevo.
            - ... ?!
            Yo y un mecánico de coches cambiando un motor de avión, era cosa de locos. Pero me había acostumbrado a no discutir. Así lo hice y resultó más fácil de lo pensado, porque los motores de avión están agarrados de una araña con cuatro anclajes. Luego hay que conectar el instrumental.

            No recuerdo las horas que nos llevó el trabajo pero lo terminamos. Las órdenes, además, eran que una vez cambiado el motor, debía fumigar un lote cerca del campo, para  lo cual había llevado el producto en el avión.
            El mecánico, que evidentemente alguna vez había cambiado un motor de avión, me pidió que lo vuele y lo pruebe.
            Decolé y a los pocos minutos me estaba cocinando. Levantaba muchísima temperatura y me subía el calor por las piernas y a la cara. Me asusté a tal punto que no me animé a volver al campo. Me tiré en un potrero y esperé una media hora que se enfriara, el motor y yo. Puse en marcha y volví.
            Coincidimos con el mecánico que no volara, que fuera a Mar del Plata, ya era casi de noche, y que le hablara a Robetto para saber que hacer.
            El encargado del campo me llevó, hablé con Robetto, y luego de muchas explicaciones que yo daba y sobre las que él no habría la boca, me dice :
            - Bertram, usted mañana vuele y fumigue.
            - Pero Robetto ... y la temperatura.
            - Usted vuele y fumigue. Entendió ?
            Nada más. Yo pensé que Robetto habría enloquecido. Además me lo había dicho en tono imperativo. Casi un reto. Pero para mí no había tutía. Sólo me quedaba tener valor y creer en el.
            Al otro día, muy temprano, cargué para fumigar, recé y partí. Curiosamente la temperatura comenzó a bajar, y poco a poco fue todo normal. El motor un violincito. Aún hoy no me explico que pasó. Ni porqué subió, ni porqué bajó, ni porqué Robetto había dado una orden que parecía de loco, ni si sabía que esto ocurriría ...
            Pero así eran las cosas con Pino. Volví a Balcarce con el nuevo motor y seguí haciendo algunos trabajos.
          Robetto tenía un trabajo muy grande para hacer en Napaleofú. Eran cerca de 1000 hectáreas en un solo lote. El sueño de todo aeroaplicador. Inmensamente largo.
            Por mi parte tenía que sacar unos lotes chicos, y operábamos desde el mismo equipo de tierra que nos abastecía a los dos.
            En uno de mis vuelos, en el que regresaba a cargar, veo al Pawnee estrellado en el trigo y a Robetto parado, solo, al lado del 350. Aterrizo, arrimo ...


(No es el Pawnee pero una escena exacta)

            - Qué le pasó Robetto ??
            - Cuánto le falta ? (con bronca)
            - Una carga Robetto ! Pero que le pasó ?
            - ... (no hablaba de bronca. El me cargó el Aeronca)
            - Dónde está la gente Robetto  ?
            - Vaya y termine su trabajo.
            Terminé el vuelo y volví. No sabía que había pasado, pero si que Robetto estaba sano y sólo.
            - Baje y cárgueme el Aeronca.
            Así, el subió y siguió fumigando sin hablar y sin parar hasta la noche y terminó las mil hectáreas. Y nos fuimos los dos en el Aeronca a Balcarce dejando el 350 y el Pawnee en Napaleofú (que luego buscó y reparó).
            Cenando, más tranquilo, me contó lo que había pasado y hasta se permitió una sonrisa. El equipo de tierra no había filtrado la nafta -por cómodos- y el agua le había plantado el motor. Los buenos muchachos entendieron tan rápido lo que pasaba que cuando Robetto llegó al 350 calculo que ya estarían por Balcarce. Nunca más los vimos ni los pudimos encontrar !
            El Pawnee cargado se plantó y se cayó al trigo. No fue la primera vez que Robetto se caía. Muchas veces tuvo emergencias, pero o su capacidad, o su buena estrella que permanentemente iluminó sus vuelos, permitieron que nunca le pasara nada a éste curtido Piamontés.
            Y así se iba terminando mi fugaz historieta de aeroaplicador. Llevaba fumigadas unas 2500 hectáreas, cuando en lo que sería mi último trabajo, se rompió el carter de aceite. Gran chancherío en todo el fuselaje, pero alcanzó con lo justo para llegar a Balcarce, previo agregado, porque volábamos en los Aeroncas siempre con una lata de aceite a cuestas.
            Robetto se había aliviado mucho del trabajo chico, el pulgón estaba desapareciendo y los productores se habían tranquilizado. Volví a mis estudios con una historia que nunca podré olvidar !